La maldición de La Maladeta
Cuenta la leyenda que hace mucho, mucho tiempo, las laderas del macizo de La Maladeta se encontraban cubiertas de frescas hierbas. Allí los pastores llevaban sus rebaños a pastar plácidamente hasta que llegara el invierno.
Dicen que una tarde, entrado el otoño, comenzó a nevar en aquellos prados de tal manera, que los pastores tuvieron que guarecerse en una cabaña. Sentados junto al fuego, comentaban alegremente los acontecimientos de aquella jornada de trabajo y pasaban el tiempo entretenidos.
De pronto escucharon que alguien tocaba a la puerta y al abrir encontraron a un mendigo cubierto de harapos quien les suplicó que le dejaran pasar la noche en su cabaña debido a que no podía continuar su camino bajo la nieve y con tanto frío.
Pero los pastores le respondieron insolentemente que si quería refugiarse, buscara una piedra bajo la cual guarecerse.
Entonces, de repente, cayó un rayo sobre la tierra y la figura del mendigo se transformó rodeándose de un halo luminoso. Se elevó en los cielos y desapareció entre las nubes maldiciendo a los pastores por su mala acción.
Los rebaños huyeron en la noche y los pastores corrieron tras de ellos. Pero nunca nadie volvió a verles. Dicen que quedaron convertidos en piedra bajo las nieves de La Maladeta.
Aunque algunos estudiosos sostienen que esta cima se llamaba desde antiguo “Mala Eta” , lo que significaba “la más alta” o “las rocas de arriba”; la sabiduría popular entiende que el término actual de “La Maladeta” hace referencia a los “Montes Malditos” gracias a esta historia.
Tanto se extendió esta leyenda, que el alcalde de Esterri organizó una expedición en 1725 para comprobar que en las rocas de la Maladeta se distinguían el ganado y los pastores petrificados.
Desde la Artiga de Lin o por los caminos de sierra de Horno se puede llegar al macizo de la Maladeta y al Aneto, a pie en bellísimos pero duros itinerarios, aptos para valientes a prueba de leyendas.
Fuentes:
Antología de Leyendas de la Literatura Universal seleccionadas por D. Vicente García de Diego para Ed. Labor – Barcelona. 1953